No Excuses

9.5.07

DUELO

Parecía extraído de “Danza con Lobos”. Look indígena, cabello largamente lacio, ojos pícaros, impronta joven, jeans viejos. Realmente, no parecía suizo. El dato fue llamativo.

La mesa de ping pong estaba sola, aburrida y muerta de frío allá afuera. No se conocían. Jamás una palabra, pero sí una misma intención: "copar" la mesa y arremeter en el despliegue. Un leve cabeceo bastó como señal.

Primero, con prudencia.
Pronto las paletas entraron en calor, al igual que sus portadores, quienes –descarte de sweaters mediante- comenzaron a ruborizarse, enfervorizados en una lucha cada vez más feroz.
De repente, dos extraños momentáneamente exentos de idiomas y geografías, se encontraban estallando en risas cómplices e infantiles, invadidos por un espacio de juego que los llevó a un estado límite de alerta deportiva.

En cada rebote crucial o sorpresivo, la adrenalina gestada por el vaivén de la pequeña esfera se hacía notar en inmensas carcajadas, que se traducían en incontenibles posturas: encorvados, agachados o doblados al medio, intentaban disipar la risa sosteniendo sus respectivos estómagos, para poder así recobrar el aliento e ir por el punto siguiente.

Pero, nada que ver con “Danza con Lobos”; nada más lejos del mundo hollywoodense: era un integrante más de aquella mini comunidad “pasajera” conformada por un mix de culturas y orígenes, asilada por casualidad en una laberíntica caverna construida con troncos y maderas. Un puñado de mundo en una arquitectura puntual.

Almas de vacaciones, sin prejuicios, sin apuros, con mochilas y sueños desparramados al azar.