Cinematográfica caída en el extranjero
Inspirada en el último post de Tía Nata, y recordando el comment que dejé en un post de Araña semanas atrás, paso a relatar la anécdota sobre LA CAÍDA DE MI VIDA.
Hace 10 años, en ocasión de un inesperado viaje a New York, por aquellos pagos conocí a una argentina que se estaba ganando unos cuantos dólares en una agencia de turismo. Una tarde le pintó ir al Central Park a pasear en rollers. Cabe aclarar que jamás en mi vida había calzado semejantes aparatejos. Si bien me considero relativamente habilidosa para los menesteres deportivos, esta ocasión cortaría la racha.
- ¿Te parece que me calce esto? Mmm ... no los sé usar.. puedo ser muy peligrosa.
- ¿Qué puede ser tan grave? – Insitió la rubia.
Así fue como partimos, contentas y felices, hacia el gran parque.
Una vez situadas sobre ambos pares rodados, Verónica –hiper canchera en el asunto- tomó carrera por el sendero curvilíneo destinado a los despliegues deportivos. Si bien empezamos el recorrido en paralelo, una pronunciada pendiente nos separó, y de inmediato mi compañera alcanzó un quilometraje tal que apenas la podía visualizar, mientras mi andar continuaba in crescendo. Encontrándome cerca de perder el equilibro, comencé a implorarle a gritos (contaminados de risotadas) una mano solidaria que se animara a frenar mi marcha. No he podido calcular la velocidad, pero sí puedo asegurar que mi rostro ya estaba acariciando las nubes, mis pies lanzaban fuego por los talones y mis rodillas pretendían sin éxito transformarse en la traba más potente del universo. Invadidas por la risa -cuyos ecos resonaban entre la verdísima hojarasca-, hasta las ardillas se habían detenido para mirarnos, burlonas, impresionadas por esas dos bestias in-humanas que no lograban poner freno a la locura...
Locura que no paró hasta que Magic –ahora sigo en tercera persona, ejem- en un arrebato desesperado, tuvo el reflejo de aferrarse con ambas manos a una rama que se le cruzó a la altura del ceño, hecho que provocó una frenada rotunda y seca que la impulsó por los aires, haciéndole bailar cual trompo y caer de rodillas. Sí, sí! De rodillas y doblada completamente al medio, tanto por el dolor como por la risa. Pero, principalmente, por la risa.
Desmenuzada en un suelo caliente como la lava misma, sus calcitas de ciclista la evidenciaron más ridícula que nunca, mientras la brisa le traía el susurro caricaturesco de dos jóvenes y apuestos Policeman que, divertidísimos, se tomaban la barriga a sus expensas.
Lástima que no quedaron fotos :)