No Excuses

27.2.07

Convencidísima

De que no debo pedir peras al olmo.

Pero resulta que, cuando el lazo que nos une al olmo es tan radical, tan sanguíneo, tan orgánico, tan indisoluble, tan permanente...es inevitable que duela tal confirmación (la inexistencia eterna de la pera). Aunque seamos conscientes de que es injusto -para el otro- mantener esa expectativa, muchas veces no la podemos controlar.

Sigo intentando comprender. Aprender. Digerir.
*

23.2.07

"La pintura es mas fuerte que yo,
siempre consigue que haga lo que ella quiere"
*
(Pablo Picasso)

19.2.07

Entre tantas otras cosas

Si tuviera oportunidad, antes de abrazarte con toda mi alma te diría:

Que recuerdo con exactitud el tensor exacto que le dabas a mi pelo cuando me preparabas para ir a la escuela. Luego de una prolija raya al medio, sujetabas firmemente, a lo alto, el mechón de la izquierda, alisándolo hasta que ni un cabello se atreviera a asomar. Lo mismo del otro extremo. No necesitaba mirarme al espejo, sabía que mi cabeza brillaba como una esfera perfecta dividida al centro, desde donde pendían dos divertidas y relucientes cascadas.

Que también recuerdo tus manos aferradas al alambrado que rodeaba la cancha de tenis. Sabías -y sabía- que aquella rival era poderosa. Pero confiabas tanto en aquella niña de escasos 15, que de antemano comenzaba a hervir en ella ese sequísimo drive que, gestado por el corazón y acarreado por la sangre, estallaba contra la pelota, culminando en un pase único. El punto estaba hecho. Vos estaba ahí.

Que ambas te recordamos aguardándonos a la salida del boliche, dentro del auto y semidormido, para que no tuviéramos que volver solas. Cuando para nosotras la vida aún era sólo fiesta, y para vos ya era sacrificio.

Que tampoco olvidaré aquellos gritos que nos paralizaban al punto de casi hacernos pis encima. Siempre me pregunté si era necesario; hoy trato de entender que para algo habrá servido.


Que aprendí que:

Por fuertes que parezcan o pretendan parecer, los hombres sí lloran. Porque no están hechos para ser exclusivamente jefes de hogar, proveedores de alimento y ley masculina socialmente concebida. También pueden cocinar panqueques un domingo de lluvia y dedicar dos horas a dibujar la carátula del cuaderno de segundo grado.

No todo lo que brilla es oro. Pero lo que brilla por auténtico, hay que ir a buscarlo solitos. Como cuando me enseñaste a manejar y, viendo un nuevo horizonte frente a mis ojos, tu fe ciega fue más potente que tus miedos. Cuando el camión se puso enfrente de aquella adolescente aferrada al volante, jamás atinaste a torcerle su dudosa marcha. Sólo dijiste: “No frenes ! Esquiválo ! ”.

Que hablar impulsivamente, con las entrañas en la mano, puede ser algunas veces gratificante, y otras veces, hiriente.

Que sin perseverancia, voluntad y fe en uno mismo nada se logra, excepto lo que casualmente nos llueva del cielo. Y esto último es un mero azar que jamás nos hará crecer.

Mientras espero arribar a esa oportunidad, te dedico este post, papá.

*

15.2.07

Emotional rescue

“Que solo de las pasiones depende todo el bien y el mal en esta vida (...)

(...) Por lo demás, el alma puede gozar de sus propios placeres. Pero, por lo que le hace a los que le son comunes con el cuerpo, estos dependen por completo de las pasiones, de modo que las personas que pueden emocionarse más son más capaces de gozar más de la dulzura de esta vida.
También pueden encontrar en ello la mayor amargura, cuando no saben usar bien de ellas y les es contraria la fortuna. Pero la sabiduría es útil en esto: en enseñar a hacerse dueños de ellas de tal manera y a manejarla con tanta habilidad que resulten muy soportables los males que causan, e incluso se puede sacar de todos alegría”
*
(René Descartes)

7.2.07

Rutinas

Hay dos cosas que, INEVITABLEMENTE, se vencen en mi heladera:
La mayonesa
El dulce de leche
...
Y hay dos cosas que, maniáticamente, NO DEBEN faltar en mi heladera:
Tomates
Aceitunas
...
Ojo eh... hay mucho más que eso en mi heladera :-)
.

1.2.07

Indigna

Allí estaba esta mujer indigna. A paso velozmente entrecortado, arrastraba a su pequeño hijo por detrás suyo sin siquiera echarle una mirada. Nada de gritos ni caprichos. Su indiferencia era muda. Actuaba como si caminara sola la muy turra, mientras aquellos piesecillos, desde aquel hondo silencio, intentaban seguirle la marcha.

La temperatura en la ciudad no superaba los 8 grados. Nadie lo pasó por alto aquella mañana invernal: ni el canillita de la esquina, abrazado a una generosa bufanda; ni el ejecutivo recién engelado y ensobrado en un vasto sobretodo; ni los nórdicos mochileros que pasean frescamente por San Telmo pensando que la temperatura porteña, comparada con Noruega es, casi casi, tropical.

Sin embargo, el niño había sido ignorado al respecto. La escena era tan tangible en su crudeza que causaba repulsión: ella, muy envasada en su buzo polar azul, jean y zapatillas; el pequeño, apenas cubierto con una deformada remera de manga larga -que no llegaba a cubrirle el ombligo- y OJOTAS.

Mientras caminaba detrás de ellos, y la brisa penetraba no solo mis botas sino también mis tímpanos, me atravesó una sensación muy parecida a la ira*. Ganas de tomar a esta mujer del brazo y decirle que con su propio polar podía hacerle tres buzos y diez pares de medias a su hijo. Pero un nudo en el estómago me contuvo, y hoy me apena que así haya sido.

* (me acordé de vos, Alex, al escribir esta palabra. Algo te postearé).