Un segundo
El grito desgarrador atravesó el vidrio del ventanal y se posó inescrupuloso en mi almohada, despertándome brutalmente. Eran la 1 a.m. Minutos antes me había invadido el sonido de una explosión, multiplicado en el silencio de la noche. Pero, entredormida, no alcancé a dilucidar si era parte de la realidad.
Este segundo sonido era distinto. Era la consecuencia del primero. Era humano, encarnado.
Subí la persiana, me asomé al balcón. El viento seguía arrastrando su voz, su llanto, su desesperación. Estaba cerca... y el aullido era de una soledad insoportable. Me vestí con lo que encontré, bajé las escaleras, salí.
Estaba tendido en el asfalto, completamente indefenso. Lloraba como un niño. Era casi un niño. Mientras su alma agonizaba, el resto del mundo era parálisis: el conductor del auto, el policía, el vecino, el pibe de la barra de la esquina... Como en una imagen congelada. Sólo él existía.
Un rato después, otro sonido -el de la sirena- se lo llevó.
Contra el cordón, yacía el montículo de hierro. Hasta entonces, su aliado en la tarea de ganarse la vida.
2 Comments:
Horrible momento. Es sorprendente como la vida puede modificarse radicalmente de un segundo a otro, es algo que no dejará de asombrarme.
Ojalá hubiera sabido qué fue de esa persona. Sí sé que no voy a olvidar esos alaridos. Y uno trata de ayudar sin saber cómo...
Es raro, empiezo leyendo estas historias impersonales como si fueran ficción, parecen escritas como tales, luego la realidad...
Salutes
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