Uno nunca termina de descubrir a las personas...

Resulta que mi amiga tenía una fobia muy particular: no soportaba la presencia de Saturno ante sus ojos.
No olvido más cuando ingresamos juntas al Museo, ella delante mío. Apenas pusimos un pie en la galería que conducía al hall, se dio vuelta con su mejor cara de espanto, me atropelló, y salió corriendo hacia la calle. Gritaba sosteniendo su cabeza con ambas manos, como si se le hubiera cruzado un alien. La tomé del brazo, y nos sentamos en la vereda. Estaba agitada; y sus ojos, desorbitados.
- ¿Qué te pasa, Ani? - Es que... estaba...estaba.... ¡¡¡Saturnooooooo!!!- ¿Qué????- El cuadro de Saturno !!! Sacame de ahí por favor! Si querés, entrá. Pero yo no vuelvo a pisar ese lugar.
Horas después, tuvimos una charla en la cual me confesó su fobia irremediable.
La primera vez que tuvo una reacción similar fue en su adolescencia, durante la primera cita con un
amigovio. Cuando, sorpresivamente, la gran pantalla proyectó la imagen del planeta de los anillos, los pochoclos salieron despedidos como misiles de la boca de Ana, quien dio un grito agudo y, literalmente, se tiró debajo de la butaca delantera. Y allí quedó, acurrucada, durante un largo rato, mientras su pretendiente la miraba desconcertado.